Este día creo que es tan apropiado como cualquier otro para enviar felicitaciones.
Felicidades a aquellos que, durante 364 días al año, se dan cuenta de que tienen un padre, una madre, amigos y/o una pareja a la que quieren, adoran, estiman, idolatran, admiran, necesitan, aprecian.
Felicidades a aquellos que son capaces de demostrar esos sentimientos, o cualquier otro similar, día tras día.
Felicidades a aquellos que no necesitan que nadie les diga qué día se lo tienen que demostrar a las personas que les rodean, porque son capaces de hacerlo a menudo y sin ningún motivo especial.
Pero no quiero dejar de felicitar también a las personas que, al contrario que las anteriores, son capaces de ser felices demostrando (o haciendo creer, según los casos) un día cuánto quieren a esa persona que tienen al lado 364 días más. Felicidades porque merecen mi admiración. Personas capaces de no mostrar el más mínimo interés el resto del año y que, en cambio, cuando llega San Valentín (lo concreto en esta fecha por ser el día de hoy, pero me podría servir cualquier otra) se transforman en parejas, novios/as modélicos.
Para ellos, ¡chapó! No diré que son dignos de imitación, pero sí que me fascina la capacidad para transformarse según el día al que se enfrenten.